¡Qué pena causa de ver
la iglesia, cuando miramos,
sin la veleta en la torre
coronando el campanario!

  ¿Por qué se cayó? ¿Por qué?
Todos se van preguntando.
Solo el aire la respuesta
guarda en su tierno regazo.

  Posiblemente apenada
por ver un pueblo cambiado;
con la mitad de sus hijos
por el mundo dispersados.

  Quizá, por poner a prueba
nuestro sentir mas humano,
y ver si somos capaces
de colocar en su estrado.

  Quizá en la plaza quisiera
ver más chiquillos jugando.
Y en la iglesia, los domingos,
mas fieles, como hace años.

  Quizá, por ver poco humo
disiparse en los tejados,
que las altas chimeneas
esparcidas por los barrios,
denotaban, hogareñas,
la paz y el calor, abajo.

 Quizá, porque no la miran
los labriegos en verano.
Si ya no aventan las mieses
el viento no es necesario;
y por ello indiferente,
el viento le dá de lado.
 

                                                                        
¿POR QUE CAYO LA VELETA? 



  Quizá, mirando al "Robleo"
pasó los días del año
por si regresaban todos
los que nos fuimos marchando;
y como faltara alguno
quiso bajar a buscarlo.

  Quizá, le cause añoranza
recordar en el pasado
la proeza de algún mozo
en el Domingo de Ramos,
cuando a colocar subía
en su ojal, bien empinado,
una rama de laurel
como símbolo cristiano.

  Quizá de tanta nostalgia
por los recuerdos pasados,
pudo quedarse dormida
soñando tiempos lejanos;
y un viento duro y traidor
la sorprendió meditando,
y al despertar se encontró
en el suelo hecha pedazos.

Quizá, la "diosa " Internet
pasó una tarde volando
y le susurró al oido
con su misterioso encanto:
-Prepárate y ponte guapa.
Que cogida de mi mano,
mañana te van a ver
hasta el confín mas lejano-

 

 

 



 

 
 

Ella, tímida, que nunca
vió mas mundo, que sus campos;
ni mas arte, que las torres
de algunos pueblos cercanos...
Quizá, fué tal sorpresa
que pudo darle un desmayo.

  Pero Internet, no mentía;
y con su poder extraño
hace que la torre vean
los curiosos y los sabios
por las extensas fronteras
sin la veleta.¡ Qué agravio!

  Mala estampa y peor imagen
por el mundo vamos dando.
  No merece perder Luelmo,
a pesar de haber mermado
su población, la hidalguía
de apellidarse Sayago.

  Si el símbolo se derrumba,
no será el pueblo de antaño.
  Sayago. Sublime tierra
de hombres, acostumbrados
a combatir la dureza
de ese rincón alejado;
pero tan noble, cual sea,
cualquiera del feudo hispano.

  Vuelva la veleta estar
dónde siempre, vigilando
cual perenne centinela
de su pueblo; y a su lado,
la cigueña con su prole
en su nido centenario.

                                  3-X-2000


                         Obdulio HERAS IGLESIAS