A las manos de la anciana trabajadora
 

Soneto
 

Esas manos venosas y arrugadas,
Reflejo de un trabajo tan fecundo,
Han movido el timón del ancho mundo
Por no saber nunca estar paradas.

Esas manos, que fueron terciopelo,
De jóvenes, preñadas de futuro,
Remanso de bondad. Sueño seguro,
Que acercaban la paz al alto cielo.

Esas manos que a nada se rindieron;
Ni a nadie, con rencor, hicieron daño,
Y a todas las llamadas acudieron.

Esas manos son ya preciada historia,
Que sortean el último peldaño
Para alcanzar el premio de la gloria.

 

                    Obdulio Heras Iglesias

 


 

Fotos Rodrigo Blanco