A las manos de
la anciana trabajadora
Soneto
Esas
manos venosas y arrugadas,
Reflejo de un trabajo tan fecundo,
Han movido el timón del ancho mundo
Por no saber nunca estar paradas.
Esas
manos, que fueron terciopelo,
De jóvenes, preñadas de futuro,
Remanso de bondad. Sueño seguro,
Que acercaban la paz al alto cielo.
Esas
manos que a nada se rindieron;
Ni a nadie, con rencor, hicieron daño,
Y a todas las llamadas acudieron.
Esas
manos son ya preciada historia,
Que sortean el último peldaño
Para alcanzar el premio de la gloria.
Obdulio Heras Iglesias
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