Nostalgias de mi niñez

Quisiera que mi voz fuera tan fuerte,
Que llegara a retumbar en las montañas
Y se escucharan por todos los rincones,
Las palabras de amor de mi garganta. 

Amor por un pueblo y por sus gentes,
Amor por sus calles y sus casas,
Amor por sus montes y sus valles,
Amor por sus ovejas y sus vacas. 

Quisiera ser un pájaro cantor
Y empezar a volar cada mañana,
A lo alto de la torre de la iglesia
Y acariciar con mi canto su espadaña. 

Yo quisiera volver a revivir,
Los días felices de mi infancia
Y con mis amigos volverme a reunir,
En la oscuridad del portalico de la tía Cándida. 

Y en primavera, madrugar todos los días,
Para llegar a los mojones del esperadero
Y en oyendo el tañir de la campana,
Oler la hierba fresca de los valles el primero. 

Añoro el mes de mayo, por las tardes,
Cuidando mi caballo, entre las vacas,
Comiendo cornezuelos, o algarrobas
Y jugando en Vallanjo a la bigardia. 

A la puesta del sol sonaba el cuerno,
Ha llegado la hora ¡ todos fuera ¡
Y a aquel que se hacía el remolón,
Le caía una penada de primera. 

En la vieja escuela, volver a “andar la viga”,
O mirar de refilón, la vara del maestro,
El plumier, la pizarra, la mochila,
O mojar la plumilla en el tintero. 

Y a la hora del recreo, buscar palos,
Para avivar, en la lata, nuestras brasas
Si echa humo, la sacas a la calle
Y te quedas tiritando hasta ir a casa. 

El domingo, la misa colectiva,
En mi edad adolescente, obligatoria,
A ver a que chaval se le ocurría,
Decir a sus padres, que no iba...haced memoria.

Tras la misa, la pelota en la capilla,
Nos costaba a los pequeños mil sudores
De jugar en la plaza ni pensarlo
Siempre estuvo reservado a los mayores.

A la sombra del negrillo los abuelos
Orgullosos a sus nietos animaban
Y había tanto aire en sus aplausos
Que secaba el sudor del que jugaba 

En las tardes de invierno en el rosario
Recitando el catecismo de memoria
Se lo cuento a mis hijos y ellos piensan
Que eso solo son cosas de la historia 

Yo recuerdo los días de matanza
Con mis primos y amigos reunidos
A la lumbre de la calle iluminados
Por las gomas que días antes recogimos 

Viejas zapatillas pobres que vivieron
Duras horas de trabajo sin tino
Y que en aquella nostálgica lumbre
Nos prestaban su último servicio 

Si son negras le cuesta encender
Pero alumbran aunque sueltan olor
Si son rojas gotean al arder
Pero huelen menos y prenden mejor 

En San Pedro, la feria, gran fiesta
Cantalejo venía con sus trillos
Enchinaban, vendían, arreglaban
Y te hacían vibrar con sus gritos 

Moisés, Belisario, Fernández,
El Manco, Cardeñosa, Domingo,
Mateo, Daniel y otros muchos
Y yo….vendiendo botijos. 

En verano, la era repleta
De la mies, trabajada con mimo
Largas horas pasadas al sol
Dando vueltas encima de un trillo. 

Aparvona, que viene tormenta
Esa vielda, pásame el rastrillo
Y la ayuda surgía por doquier
De la mano de nuestros vecinos

Mis primeros escarceos amorosos,
Los recuerdo con un gran cariño,
Era lógico que no prosperaran,
Eran solo eso…amoríos de un niño. 

Y un otoño, lluvioso y oscuro.
Ese otoño cambió mi destino,
La maleta de cartón al hombro,
A buscar la quimera partimos. 

Mi alma quedaba en el pueblo,
Mi cuerpo partió hacia el olvido,
Lloraba al subir El Robleo,
Algún día volveré contigo. 

Se mantuvo mi alma encendida
Lejos, allá lejos, donde mi niñez
Y aguantar los reveses podía
Por estos recuerdos, que nunca olvidé. 

Vosotros, que sabéis lo que es vivir
Gozando cada día su presencia
Vosotros no sabéis lo que es sufrir
El recuerdo y la añoranza de su ausencia. 

Por todas estas nostalgias, que mantengo vivas
Hoy les dedico un cariñoso recuerdo
Y doy gracias a mis padres, allá Arriba
Por haberme traido al mundo en este pueblo

 

 

Con cariño, a mis padres, que supieron inculcarme el amor a mi pueblo.

                             Manu.