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Las igualas

Documento colaboración de Miguel Ángel Conejo

Hace no muchos años, la vida económica en Luelmo tenía como eje central el trueque. El poco dinero que había se dejaba para otros menesteres en los cuales era casi imposible utilizar este sistema de cambio, como adquisición de medicinas, visitas a médicos especialistas, compra de ganado...        Dentro de este mundillo llaman la atención las igualas, o convenios que los vecinos hacían con el carpintero, el herrero, el barbero, el médico y hasta el cura.        Estos convenios consistían en dar una cantidad de grano anualmente al titular del oficio y éste le presta sus servicios en ese periodo de tiempo. Así el carpintero recibía una ochava de grano por yunta o pareja de vacas y correspondía con los arreglos del arado romano (orejeras , cama, dental, rabera, etc.).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Documento colaboración de Miguel Ángel Conejo

 El herrero, por una fanega de grano, se comprometía a sacar punta a las rejas de todos los arados. La tasa para el barbero era de una ochava por cortar el pelo y rasurar la barba  todo un año, el corte de pelo lo hacía una vez al mes y la barba una vez a la semana, eso si no había boda o fiestas porque entonces le regalaba el corte y rasurado extra. Al cura se le compensaba con una ochava por nombre, para que rezara cada domingo, al final de misa un Padrenuestro y un Avemaría por el eterno descanso de las almas de los difuntos fallecidos en el año en curso, aunque la costumbre era dejar los nombres en la lista cinco o más años.
 
 A cuestas venía por la era cada profesional con un saco a la espalda, donde se vertían en él ochavas o fanegas de grano según las cantidades estipuladas. Luis Miguel nos habla de ello en su artículo sobre el herrero con unos renglones en verso:

 ¿Qué hay herrero?
¿Vas a cobrar la iguala?.
Anda que tu en pocos días
Te haces buena labranza.
-Pues amigo..., si bien vieras,
Voy de más mala gana....
Es el calentón más grande,
Que a mi me causa la fragua.
Hasta pidiendo lo mío,
Se me calienta la cara.

 

 

       Pero una de las igualas más curiosas era la del médico, si tenía caballo, también cobraba en grano, por lo general cebada, con la diferencia que a él había que llevárselo a su casa, en cambio si no tenía caballo, cobraba en dinero y aquí nuestros antepasados se las veían y se las deseaban para reunir la cantidad estipulada estirando sus ahorros cuanto era posible, aunque como podéis ver en los documentos que nos ha enviado Miguel Ángel Conejo, la cobertura médica no era total, estaban excluidos los partos, abortos, visitas extraordinarias suplicadas, lesiones a mano airada, cirugía, certificados, accidentes de trabajo etc.

Documento colaboración de Miguel Ángel Conejo

            Vistos estos contratos leoninos, hasta pensamos que nuestra Seguridad Social actual casi es una maravilla.