Con un aire repleto de grandeza,
como es el del honrado castellano,
con corona de mística pureza
señorea, burlando la aspereza
el Duero, tan gentil como cristiano.
Bordando con ensueños la mantilla
donde la luz del mundo se atesora,
cantando gestas, baja sin mancilla
por la aridez austera de Castilla
el castellano río hacia Zamora.
Baja erguido, soberbio y orgulloso,
haciendo ostentación de su hermosura;
y al entrar en el campo generoso
que le ofrece Castilla, presuroso,
deshace de sus nieves la blancura.
Baja
orgulloso, sí; aunque encerrado
siempre a vivir le condenó el destino,
se siente muy feliz y acomodado
al pensar que por nadie se ha humillado
ni nadie ha desviado su camino.
Pero
llega a Zamora el peregrino,
y divisa la "Joya Bizantina"
la riela en su espejo cristalino,
besa la frente de rostro tan divino
y abrazado con ella se encamina.
Ya no lleva erizados
los cabellos;
su actitud es mas noble, mas humana;
porque el sol con sus rayos y destellos
ha peinado sus bucles, y con ellos
va adornando la "Augusta Soberana"
Ya no baja soberbio
ni orgulloso.
Ya no viene con ansia de ambiciones.
En Zamora se siente más piadoso,
aquí humilla su frente y fervoroso
se entrega a murmullos y oraciones.
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Reza el Duero, el viejo centinela
en el regazo de la "Plaza Fuerte"
y al compás de su rezo también vela
a su "Gran Soberana" y la riela
en el limpio cristal hasta la muerte.
Reza el Duero, suspira y
medita,
y en leve rumor de sus cristales
se siente una plegaria tan bendita....
pero el hombre, soberbio, no le imita;
tal es la condición de los mortales.
¿Por
qué es el humillarte, río
Duero?
¿Quien doble ante Zamora tu rodilla?
Contéstame, que a fuer de caballero
no debes ser falaz, sino sincero,
como son estos hijos de Castilla
¿No eres mas viejo, tú, que sus
murallas?
¿no la viste nacer de la bravura
de soldados que en miles de batallas
a veces eran cruz, a veces vallas;
o tal vez te ha rendido su hermosura?
-Ante nadie mi fuerza
depusiera.
Por nadie, compasivo, me humillara.
Ante el mar esta fuerza no cejara,
ni ante llantos mi nieve derritiera
sino fuese tu Dios, quién me parara.
Tu
Dios, en su pasión, es quién detiene
mi fuerza que la humilla y anonada
haciendo que mi sangre plateada
proporcione la savia que conviene
a tu arcilla reseca y apreciada.-
Del
Duero, la oración, buen zamorano
aprendamos también. Si la rodilla
doblamos cuando pasa el Soberano,
no temblará mañana nuestra mano
si Zamora peligra. O Castilla.
Obdulio HERAS
IGLESIAS |